El cerebro preocupado

¿Cómo podríamos definir la preocupación?

Todos nos hemos preocupado alguna vez y hemos podido comprobar que puede ser una experiencia que nos provoque malestar. En algunas personas dicha actividad cognitiva puede llegar a ser patológica, incontrolable y puede ir acompañada de un alto nivel de ansiedad, afectando negativamente al funcionamiento diario [7]. Así, la preocupación excesiva es una estrategias de afrontamiento desadaptativa, representado una forma de pensamiento negativo repetitivo, en la cual uno se anticipa y prepara para posibles resultados negativos en el futuro. Esto es especialmente importante en el caso de los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada (TAG). De hecho, la preocupación patológica forma parte de los criterios diagnósticos del TAG [1], aunque también puede ser observado en otras psicopatologías [3]. 

Modelos explicativos acerca de la preocupación

Existen diferentes modelos explicativos que se centran en la función de la preocupación, con el objetivo de explicar por qué, particularmente, los pacientes con TAG tienden a preocuparse ampliamente sobre una serie de eventos y actividades, a pesar del malestar y la interferencia que ello les provoca.

Modelo de Bokovec acerca de la preocupación

El modelo explicativo propuesto Borkovec (1994) considera la preocupación como una estrategia de evitación cognitiva en respuesta a un miedo [4]. Su función sería la de reducir la excitación emocional relacionada por la anticipación de una potencial amenaza futura. Además, de acuerdo con la teoría del miedo de Mowrer (1947), se considera que esta reducción de respuesta emocional funcionaría como un refuerzo negativo para mantener la preocupación [4].

Modelos biológicos sobre la preocupación

Los enfoques neurobiológicos, por su parte, han tratado de entender cómo las redes neuronales están involucrados en el proceso de preocupación. Los estudios que han investigado los correlatos cerebrales de las preocupaciones pueden clasificarse en dos grandes grupos. Aquellos que en los que se induce un estado de preocupación en sujetos sanos, y aquellos en los que se compara la actividad cerebral de sujetos sanos y pacientes con TAG.

Amígdala

Dentro del primer grupo de estudios, los resultados indican una mayor activación de la amígdala, la ínsula anterior y el córtex cingulado anterior durante la anticipación de estímulos desagradables. [5,9]. En un estudio reciente, Steinfurth y colaboradores (2016) hallaron un incremento de la actividad BOLD en la córtex cingulado anterior, la ínsula, el hipocampo, el córtex prefrontal dorsolateral y el giro temporal inferior cuando los participantes pensaban en eventos futuros que les preocupaban [13]. Estas regiones han sido consideradas como parte de la “default mode network” [11].

Se ha observado que dicha red se activa durante el reposo y se ha relacionado con funciones como la memoria autobiográfica, la autorreflexión, el pensamiento en el futuro, la simulación mental, la introspección y la regulación emocional [12]. Estas funciones pueden apoyar procesos cognitivos relacionados con la preocupación, ya que, como se ha apuntado, la preocupación es utilizada como estrategia de afrontamiento para prevenir futuros resultados negativos, resolver problemas relacionados con eventos próximos y disminuir supersticiosamente la probabilidad de ocurrencia de un evento negativo [4]. De hecho, Servaas y colaboradores (2014) demostraron la activación de la “default mode network” durante la inducción de la preocupación en individuos sanos [12].

Córtex cinculado anterior y córtex prefrontal

Por otra parte, encontramos los estudios que comparan las respuestas cerebrales de sujetos sanos y pacientes con TAG. Un ejemplo de ello, es la investigación de Paulesu y colaboradores (2010), quienes investigaron la respuesta a frases y a caras neutras y que inducían a la preocupación en sujetos sanos y en pacientes con TAG. Los resultados indicaron que durante el estado de preocupación inducido por los estímulos, ambos grupos de sujetos mostraron una mayor activación en el córtex cingulado anterior y el córtex prefrontal medial dorsal. Sin embargo, los pacientes con TAG mostraron una activación más persistente, que podía mantenerse en los estados de reposo que seguían a la inducción de la preocupación.

Dichos resultados indicaron que la preocupación activa regiones prefrontales y del córtex cingulado, que se encuentran involucradas en el pensamiento introspectivo. La prolongación de dicha activación indica una desregulación que podría relacionarse con la incapacidad de los pacientes con TAC para dejar de preocuparse [10].

Además, en una revisión, Mochcovitch y colaboradores (2014) indicaron, que a pesar de la dificultad para la generalización de los resultados, uno de los hallazgos más consistentes era que los pacientes con TAG no activaban regiones prefrontales y del córtex cingulado durante tareas de regulación emocional [8]. Ball y colaboradores (2013) sugirieron que dicha incapacidad de involucrar suficientemente a regiones prefrontales durante la regulación emocional podría ser una consecuencia de una respuesta crónica del circuito límbico que, a su vez, provoca una fatiga en el sistema top-down prefrontal, lo que hace que no pueda ejercer eficazmente el control cuando sea necesario [2].

¿Qué relación existe entre la preocupación y la amígdala y el córtex prefrontal?

Finalmente, los pacientes con TAG también presentarían una alteración en la conectividad funcional de las zonas prefrontales y la amígdala [6, 8]. Existen evidencias que indican que los pacientes con TAG tienen una menor conectividad funcional entre la amígdala y el córtex preforntal. Makovak y colaboradores (2015) informaron que antes de una inducción a la preocupación, los pacientes con TAG mostraron menor conectividad entre la amígdala derecha y el giro frontal, la corteza cingulada, la corteza paracingular y el giro supramarginal derecho. Esta menor conectividad en los pacientes puede estar reflejando una dificultad del córtex prefrontal para regular el estado de ansiedad, lo que conduce a una mayor actividad de la amígdala y dificultades en la regulación emocional.

Además, dichos autores indicaron que, después de la inducción, tales patrones de conectividad comentados anteriormente aumentaron en los pacientes con GAD y disminuyeron en controles. Estos resultados pueden ser reflejo de la intención por parte de los pacientes con regular la excitación excesiva resultado de la inducción a la preocupación, tal y como indica el modelo de Borkovec [6]. 

Conclusiones

Teniendo en cuenta todo lo comentado hasta este momento, podemos concluir que en los sujetos sanos, la preocupación vendría acompañada de un incremento de actividad en regiones incluidas dentro de la “default mode network” como por ejemplo, regiones prefrontales o el córtex cingulado.

En los pacientes con TAG, la preocupación produciría una actividad más persistente en dichas regiones, que se acompañaría de una disminución de la activación cuando ponen en marcha procedimientos de regulación emocional. Además, los pacientes con TAG presentarían alteraciones en la conectividad funcional entre la amígdala y las regiones prefrontales y del córtex cingulado. Todo ello pondría de relieve la dificultad de estos pacientes para dejar de preocuparse.

Referencias bibliográficas

  1. Ball T. M., Ramsawh H .J., Campbell-Sills L., Paulus M. P., Stein M. B., Prefrontal dysfunction during emotion regulation in generalized anxiety and panic disorders. (2013) Psychological Medicine, 43, 1475-86.
  2. Barlow, D. H., Allen, L. B., & Choate, M. L. Toward a unified treatment for emotionaldisorders. (2004). Behavior Therapy, 35, 205 – 230.
  3. Borkovec, T. D. (1994). The nature, functions, and origins of worry. In G.C. L. Davey & F. Tallis (Eds.), Worrying: Perspectives on theory, assessment and treatment. (pp. 5–33). Sussex, England: Wiley & Sons.
  4. Carlson, J. M., Greenberg, T., Rubin, D., & Mujica-Parodi, L. Feeling anxious: Anticipatory amygdalo-insular response predicts the feeling of anxious anticipation. (2011). Social Cognitive and Affective Neuroscience, 6, 74–81.
  5. Makovac, E., Meeten, F.,Watson, D., Herman, A., Garfinkel, S. N., Critchley, H., & Ottaviani, C. Alterations in amygdala-prefrontal functional connectivity account for excessive worry and autonomic dysregulation in generalized anxiety disorder (2016). Biological Psychiatry, 80, 786 – 795 .
  6. Meeten, F., Davey, G. C. L., Makovac, E., Watson, D. R., Garfinkel, S. N., Critchley H.D., & Ottaviani, C. Goal directed worry rules are associated with distinct patterns of amygdala functional connectivity and vagal modulation during perseverative cognition. (2016) Frontiers in Human Neuroscience, 10, 553.
  7. Mochcovitch, M.D., da Rocha Freire, R. C., Ferreira Garcia, R., & Nardi, A. E. A systematic review of fMRI studies in generalized anxiety disorder: Evaluating its neural and cognitive basis (2014) Journal of Affective Disorders, 167, 336 – 342.
  8. Nitschke, J. B., Sarinopoulos, I., Oathes, D. Johnstone, Whalen, P. J., Davidson, R. J., & Kalin, N. H. Anticipatory activation in the amygdala and anterior cingulate in generalized anxiety disorder and prediction of treatment response. (2009). American Journal of Psychiatry, 166, 302–310.
  9. Paulesu, E., Sambugaro, E., Torti, T., Danelli, L., Ferri, F., Scialfa, G., Sberna, M., Ruggiero, G. M., Bottini, G., & Sassaroli, S. Neural correlates of worry in generalized anxiety disorder and in normal controls: a functional MRI study (2010). Psychological Medicine, 40, 117–12.
  10. Servaas, M. N., Riese, H., Ormel, J., & Aleman, A. The Neural Correlates of Worry in Association with Individual Differences in Neuroticism (2014) Human Brain Mapping, 35, 4303 – 4315.