Entendiendo el Trastorno del Espectro Autista desde su mínima expresión

Introducción

Los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) son el segundo motivo de consulta en neuropediatría, solo superado (afortunadamente de forma aplastante) por los trastornos por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA-TDAH). 

Primera aproximación realista al TEA: Lorna Wing

La conceptualización del TEA ha ido variando desde 1912 a través de distintos autores pero es con Lorna Wing, en 1979, donde se produce el salto de calidad conceptual más relevante. Tanto es así, que el resto de aproximaciones al TEA no dejan de ser matizaciones más o menos acertadas del trabajo de Wing. La revolución que suponen las ideas de Lorna Wing radica en una conceptualización del autismo como un continuo más que como una categoría diagnóstica y se considera dentro del continuo a aquellas personas que presentan, en mayor o menor grado, alteraciones dentro de una serie de dimensiones:

  • Reciprocidad social
  • Comunicación
  • Restricciones en los patrones de conducta

Manual Diagnóstico (DSM-V)

Posteriormente, todas las conceptualizaciones del TEA se basan en la adaptación de estas ideas a los avances que la tecnología y a la propia experiencia científica. El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales en su edición de 2013 (DSM-V) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) mantiene la consideración de continuo que aporta Wing matizando las dimensiones afectadas en:

  • Comunicación e interacción social
  • Restricción y repetición en los patrones de conducta

Esto supone que todo lo posterior relativo a TEA, tanto a nivel de conceptualización como de organización terapéutica, se nutre irremediablemente de los planteamientos de Wing. Para bien y para mal.  

El problema del TEA en edad infantil

Los planteamientos de Wing permitieron una aproximación mucho mas fiel a la realidad de las personas con autismo. Esto cobra especial importancia a la hora de poder entender a los adultos con TEA. Desde la conceptualización del autismo como continuo a partir de unas dimensiones afectadas podemos comprender los comportamientos de las personas adultas de forma mucho mas realista. Como consecuencia, podemos realizar acciones terapéuticas y diseñar adaptaciones que mejoran considerablemente la vida de estas personas. El problema viene cuando hablamos de niños.

Un adulto es una mente construida a partir de sus experiencias y sus predisposiciones, por lo que un adulto con TEA es una mente particular creada a partir de unas predisposiciones particulares que han provocado unas experiencias particulares. Un niño, en especial en edades muy tempranas (antes del año de edad), en las que ya pueden evidenciarse los signos tempranos del TEA, aun no ha construido su mente. Y a la hora de entender el TEA en niños no podemos quedarnos con que nacen con deficiencias (en mayor o menor grado) a nivel comunicativo, social y de conducta o intereses restrictivos.

El error de Wing

El análisis crítico de los avances que se logran con las intervenciones, determinado por las acciones terapéuticas sobre las dimensiones afectadas por el TEA supone darnos cuenta de que la triada de Wing conlleva un error de base: equipara las dimensiones afectadas en TEA, es decir, las considera al mismo nivel. El estudio de la aparición del los signos del TEA nos evidencia lo contrario: las dimensiones afectadas son jerárquicas, es decir, los problemas del TEA se pueden dividir en causantes y consecuencias. Y las consecuencias, si bien forman parte de los elementos a considerar en la intervención, no podemos considerarlas para conceptualizar la patología. La naturaleza jerárquica de las dimensiones afectadas en el continuo del TEA es lo que hemos denominado “el error de Wing”.

Superando el error de Wing

El primer signo evidente en los niños que se encuentran dentro del TEA consiste en un “no interés” hacia el adulto. La sensibilidad a la intención de los que les rodean se encuentra lastrada y ahí radica la clave para entender la patología. Esta insensibilidad a la intención, esta dificultad para considerar relevante lo que a los demás nos ha sido innatamente obvio, genera una incapacidad para establecer relaciones adecuadas con el contexto y con las personas que moran en él. Ésto es el TEA. No es una cuestión de aparición cronológica de la sintomatología. Es un único signo cuya presencia acaba por generar el resto de manifestaciones.

Intersubjetividad

La intersubjetividad es la clave del inicio de dos procesos:

  • Relaciones adecuadas con el contextoà capacidad simbólica à procesos de asimilación
  • Relaciones adecuadas con las personas à capacidad imititativa à procesos acomodación

Las anomalías en la intersubjetividad comprometerían una serie de funciones básicas que dependen de ella y que son la base del desarrollo cognitivo y social. Pero la intersubjetividad no es una cuestión de todo o nada. En muchas personas con TEA, sus limitaciones de coordinación intersubjetiva y el consiguiente deterioro en el desarrollo cognitivo y social son parciales y no absolutas, puesto que muchos de ellos si pueden tener logros cognitivos y avances en la interacción social.

Ésto nos permite entender la gran variedad en las manifestaciones del TEA: el grado de compromiso en intersubjetividad determinará el resto de manifestaciones. Es decir, los problemas a la hora de comunicarse, lo restrictivo de su repertorio conductual o el grado de madurez de las interacciones son una consecuencia, unas respuestas adaptativas lógica y esperables a desarrollarte con una mayor o menor afectación en la intersubjetividad. Por lo tanto, considerar que el TEA consiste en una deficiencia en 3 áreas (independientes o equiparables) es, cuanto menos, poco acertado. 

Hacia una nueva conceptualización del TEA

Las anomalías en la sensibilidad a la intención de los otros o intersubjetividad constituirían el fundamento irreductible de la explicación del autismo y es la responsable de un particular modo de existencia. Y es el compromiso en la intersubjetividad lo que nos permitirá diferenciar un niño con TEA de uno que muestra manifestaciones similares. Y es el compromiso en la intersubjetividad lo que debe orientar las intervenciones, sobre todo en edades tempranas. Desde esta consideración no podemos entender el TEA como personas que nacen con una serie de áreas del desarrollo lastradas, sino como personas con un único problema que lastra en mayor o menor medida su representación mental del mundo.

Referencias bibliográficas

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