¿Existen biomarcadores en la Enfermedad de Alzheimer?

La temperatura corporal elevada alerta de la presencia de fiebre, así como los niveles de colesterol y la presión arterial permiten estimar el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular. Estos son sólo algunos ejemplos de los parámetros corporales, conocidos como biomarcadores. Elementos que proporcionan información sobre el estado normal o patológico de un individuo. Los tipos de biomarcadores son tantos como niveles de aproximación tiene nuestro organismo, desde la genética hasta las estructuras integradoras, pasando por los niveles moleculares y celulares. La posibilidad de medir el estado de salud de manera objetiva no es sólo de gran importancia para detectar la presencia de una enfermedad, sino también para poder evaluar su progresión y respuesta, al tratamiento suministrado. Por tanto, imaginemos el término biomarcador como un elemento medible que nos permitirá saber cuan lejanos o próximos estamos con respecto al desarrollo de una determinada afección.

El Alzheimer: una enfermedad de difícil acceso

La enfermedad de Alzheimer es la demencia neurogenerativa más predominante en la actualidad. Concretamente, afecta a la escalofriante cifra de 44 millones de personas a nivel mundial, tantos como habitantes alberga España. A pesar de su dimensión pandémica, la causa exacta y los mecanismos a través de los cuales se desarrolla siguen siendo una incógnita. Lo que sí parece estar claro, es que la enfermedad viene acompañada de la presencia de dos formaciones proteicas anormales: las placas seniles de beta amiloide y los ovillos neurofibrilares de tau. Estas formaciones aberrantes ya fueron vislumbradas por Alois Alzheimer, quien informó en 1907 sobre el primer caso de una mujer que sufría los síntomas típicos. La propia naturaleza de la enfermedad, que tiene su origen y desarrollo en la parte más protegida e inaccesible del cuerpo humano, el cerebro. Este hecho hace que su diagnóstico definitivo sólo se pueda realizar tras una exhaustiva evaluación postmortem. Sin embargo, la interacción de los descubrimientos de disciplinas originalmente distantes como la Ingeniería y la Medicina harán previsiblemente sonar esta forma de diagnóstico como algo prehistórico en muy poco tiempo. 

Evaluando la neuropatología in vivo

Gracias al galopante avance de la tecnología que caracteriza a nuestra era, estamos siendo testigos del desarrollo de máquinas capaces de observar lo que acontece en nuestro cerebro, desde la parte más superficial hasta la más profunda del mismo. Una de las técnicas de la medicina nuclear que mejor detecta la cantidad de patología típica de la enfermedad de Alzheimer acumulada es la tomografía por emisión de positrones (TEP, o PET por sus siglas en inglés). Esta técnica nos permite ver con claridad cuánto beta amiloide o tau hay en el cerebro gracias a la inyección de radiofármacos que se adhieren a cada una de estas dos patologías diana, reflejándose posteriormente en la pantalla del ordenador de manera colorida. La capacidad de esta técnica para evaluar la patología acumulada parece ser especialmente sensible. Un estudio encontró que la determinación de placas de beta amiloide con el PET, utilizando un radioligando llamado F-florbetapir, mostró una concordancia del 96% con las placas encontradas tras diseccionar directamente el cerebro de los pacientes después de que fallecieran [1]. Otra forma de medir directamente la cantidad de patología acumulada en el cerebro es extrayendo líquido cefalorraquídeo mediante una punción en la zona lumbar. A pesar de que este procedimiento identifica muy eficazmente la presencia de la patología típica de la enfermedad es, a diferencia del PET, doloroso, por lo que muchas personas muestran reticencia a someterse a este procedimiento.

Perspectiva topográfica y funcional

Otro forma de explorar la patología que subyace a la enfermedad, de manera indirecta, es evaluando los cambios que provoca ésta en la estructura y función cerebral. Se sabe que las placas seniles alteran la actividad sináptica, esto es, la forma en la que las neuronas se transmiten información. Una manera económica de evaluar estas alteraciones es registrando la actividad eléctrica de la corteza cerebral con el electroencefalograma (EEG), técnica capaz de detectar desentonaciones en la milimetrada sinfonía de impulsos eléctricos que utilizan las neuronas para comunicarse. Otra manera de medir alteraciones en la función cerebral es a través de los cambios metabólicos. Una vez más, la técnica capaz de determinar estos cambios es el PET, utilizando en este caso un radioligando distinto que muestra afinidad por la glucosa, alimento de las neuronas. Estos cambios metabólicos acontecen principalmente en la región posterior medial del cerebro, siendo esta, no casualmente, la región del cerebro donde más placas de beta amiloide de acumulan. La consecuencia última de la patología de la enfermedad de Alzheimer en el cerebro es la destrucción del mismo. Se cree que, principalmente, los ovillos neurofibrilares de tau terminan provocando muerte neuronal, por lo que la medida del tamaño de estructuras cargadas de ovillos, como el lóbulo temporal medial, con técnicas como la resonancia magnética resultan muy útiles para diagnosticar la enfermedad, aunque ésta ya esté llegado a este punto, muy avanzada. 

¿Se usan los biomarcadores en los hospitales para el Alzheimer?

A pesar de que la primera vez que se propuso de manera oficial la utilización de los candidatos citados como biomarcadores fue en el año 2007 [2], aún no hay un consenso sobre cuál o cuáles son los biomarcadores más precisos para determinar la presencia de la enfermedad o su estado de desarrollo. Por este motivo, la mayoría de los hospitales no incluye estos biomarcadores dentro de su protocolo. Generalmente, se basan en la historia clínica y la evaluación neurológica y neuropsicológica para realizar el diagnóstico. Aunque si bien es cierto algunos hospitales si utilizan ciertos biomarcadores para confirmar o desmentir el diagnóstico clínico. Aunque muy probablemente la unidad de demencias de nuestro hospital más cercano no base su diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer en la obtención de medidas moleculares, funcionales o estructurales, las expectativas de que así sea en un futuro cercano son esperanzadoramente altas. Por otro lado, en el ámbito de la investigación y de los ensayos clínicos los biomarcadores sí son incluidos dentro de los criterios diagnósticos. Este hecho, a su vez, ayuda a ampliar información sobre su utilidad.

Biomarcadores low cost en el Alzheimer

La principal desventaja de los biomarcadores que requieren técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética y el PET, para su obtención es su coste elevado. En este sentido, se está realizando un gran esfuerzo por encontrar biomarcadores eficaces que sean económicos y fáciles de generalizar. Uno de estos biomarcadores propuestos ha sido la evaluación de beta amiloide en el plasma sanguíneo. Desafortunadamente, esta medida no parece ser un buen biomarcador de la enfermedad. Algunos estudios muestran altos niveles de beta amiloide en sangre en personas con la enfermedad, mientras que otros estudios muestran el patrón contrario. Esta contradicción puede ser debida a que el beta amiloide presente en la sangre proviene no solamente del cerebro, sino también del resto del cuerpo. Se deberá seguir investigando para dar un salto cualitativo en la búsqueda de biomarcadores en sangre fiables. Biomarcadores que correlacionen con las medidas de la patología obtenidas con las técnicas de neuroimagen.

Aspectos éticos

Hoy sabemos que la aparición de la patología de la enfermedad de Alzheimer sucede entre unos 10 y 15 años antes de la manifestación de los primeros síntomas. Dado que en la actualidad no existen aún, a pesar de que se está trabajando en ello, medicamentos que detengan o impidan el desarrollo de esta enfermedad, ¿hasta qué punto resulta ético informar a una persona de que padecerá la enfermedad en el futuro sin poder proporcionarle medios para combatirla? Por otra parte, ¿se debe diagnosticar la enfermedad ante la mera presencia de biomarcadores aún cuando los síntomas cognitivos no han aparecido? En este sentido, aparece la urgencia de confrontar una serie de complejos dilemas éticos así como la necesidad de tomar medidas legales y sociales que delimiten el uso de los biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer, tomando como referencia, en primer lugar, el bienestar de la persona.

Renferencias bibliográficas

  1. Clark, C. M., Schneider, J. A., Bedell, B. J., Beach, T. G., Bilker, W. B., Mintun, M. A., … & Krautkramer, M. J. (2011). Use of florbetapir-PET for imaging β-amyloid pathology.Jama, 305(3), 275-283.
  2. Dubois, B., Feldman, H. H., Jacova, C., DeKosky, S. T., Barberger-Gateau, P., Cummings, J., … & Meguro, K. (2007). Research criteria for the diagnosis of Alzheimer’s disease: revising the NINCDS–ADRDA criteria.The Lancet Neurology, 6(8), 734-746.

4 comentarios de “¿Existen biomarcadores en la Enfermedad de Alzheimer?

  1. Sara dice:

    ¡Excelente artículo, ideas claras, muy bien refenciado y ofrece un importante punto de partida para más investigaciones! Ánimo a la Doctora a que siga escribiendo más artículos en relación al Alzheimer ya que es un tema que nos afecta e interesa a gran parte de la población, de manera directa o indirecta: ¡44 millones de personas!

  2. Mayely dice:

    Genial, un mundo de información resumida de la mejor manera. Me encanta la forma sencilla en la que transmite los conceptos más actuales de los biomarcadores de la EA. Sigue escribiendo, queremos más 🙂

  3. Ruth Gasparini dice:

    La punción es molesta pero tanto como dolorosa. Depende de la persona puede ser más o menos. Y la gran diferencia con el otro biomarcador que comentas es que no es tan caro, por lo que su uso puede extenderse a lugares sin tantos medios económicos.

  4. Martha Salcedo delgado dice:

    Muy interesante, ojalá se consiga pronto un biomarcador ideal y a bajo costo, sin embargo la espectroscopia y los hallazgos por RNM nos ayudan a acercarnos al diagnóstico, habiendo realizado el descarte de otras causas de Demencia

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