Alzheimer y alimentación: ¿existe alguna relación?

Introducción

A día de hoy, todavía no conocemos las causas exactas que provocan la enfermedad de Alzheimer (EA) o como algunos expertos han acuñado ‘la pandemia del siglo XXI’, pero si se han vislumbrado factores de riesgo que incrementan la probabilidad de su desarrollo. Estos factores se dividen en dos categorías según sean o no modificables. Entre los no modificables, se encuentran elementos como la edad, la genética o el género femenino (sí, las mujeres tenemos más riesgo de padecer la enfermedad), y éstos, como su propio nombre indica, nos vienen dados por nacimiento y no podemos hacer nada para cambiarlos.

Factores de riesgo

Por fortuna, existen otros factores de riesgo sobre los que tenemos cierto control y son los relacionados con el estilo de vida, como la hipertensión, la diabetes, la obesidad y la inactividad física, entre otros [1]. Un dato realmente sorprendente por su repercusión a nivel social e individual es la estimación de que casi la mitad de los casos de EA en el mundo se podrían atribuir a estos factores de riesgo modificables. Las estimaciones apuntan que si se redujeran en un 25% estos factores perniciosos se disminuiría nada más y nada menos que en 1.4 millones de personas la prevalencia mundial [1].

Los últimos estudios epidemiológicos sugieren que la dieta juega un rol fundamental en el control de los factores de riesgo modificables, por lo que aprender a alimentarse de forma correcta, evitando ciertas prácticas e incorporando otras, promete repercutir favorablemente en nuestra salud cerebral. 

Antioxidantes y minerales en el Alzheimer

Durante el desarrollo de la EA ocurren ciertos eventos patológicos tales como la acumulación de una proteína llamada beta amiloide (Aβ) en forma de placas en el espacio extracelulares y el incremento de estrés oxidativo en la neurona. Varios antioxidantes, entre los que se encuentran las vitaminas A, B, C y E y los polifenoles, se han postulado como posibles candidatos para reducir la aparición de dichos fenómenos patológicos y en consecuencia, el riesgo de padecer la enfermedad. Ejemplo de ello es un estudio realizado sobre casi 5000 personas que observó que el consumo de suplementos alimenticios de vitamina C y E de manera combinada durante 3 años disminuye significativamente la prevalencia e incidencia de la EA [9].

Resveratrol

En esta misma línea, el resveratrol (un polifenol encontrado en productos como el vino tinto, los frutos rojos o el cacahuete) ha demostrado ser eficaz en la reducción de las placas de Aβ, la inflamación y la acumulación de grasa en modelos animales [4,6]. De esta manera, los efectos beneficiosos del resveratrol podrían estar explicando también la llamada ‘paradoja francesa’, que hace referencia al hecho epidemiológico de que los franceses, a pesar de tener una dieta rica en grasas, muestran una tasa relativamente baja de enfermedades cardiovasculares, probablemente debido a los efectos antioxidantes y antiinflamatorios del moderado consumo de vino tinto.

¡Al rico pescadito!

Cuando hablamos de grasas, tenemos que diferenciar entre saturadas y no saturadas, ya que en este y en otros muchos contextos su efecto es diagonalmente opuesto. Mientra que las grasas saturadas aumentan el riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas, el consumo de grasas mono y poliinsaturadas lo disminuye. Un meta-análisis que tuvo en cuenta 11 estudios diferentes sobre el consumo de omega 3 en el envejecimiento concluyó que la ingesta de pescados ricos en ácidos grasos omega 3 ejerce un efecto positivo sobre la cognición, especialmente en aquellas personas que presentan riesgo genético a padecer la enfermedad [3]. Concretamente, el consumo de pescado más de una vez a la semana reduce el riesgo de presentar la enfermedad hasta un 60% en comparación con su consumo esporádico o inexistente [5].

¿Café o té? ¿Existen riesgos relacionados con el Alzheimer?

Entre estas dos deliciosas opciones puedes optar por la que más te guste, ya que ambas bebidas se relacionan con la disminución del riesgo de EA. La cafeína del café por su parte y las catequinas, los polifenoles y otros componentes de las hojas de té por la suya, han demostrado reducir la los eventos patológicos relacionados con la enfermedad. Un estudio con un seguimiento de los participantes de 21 años demostró que el consumo de té y café durante la edad adulta se asocia a un menor riesgo de padecer la EA, llegando a reducirse el riesgo hasta un 65% en aquellos sujetos que tomaban entre 3 y 5 tazas al día [2].

La importancia de la dieta en la Enfermedad de Alzheimer

Dado que los alimentos no son tomados de forma aislada, sino como parte de un conjunto, estudiar la interacción entre los nutrientes y no la influencia de cada uno de sus componentes en solitarios constituye una aproximación más realista y útil para el diseño de posibles programas de intervención terapéutica basados en la alimentación.

Dieta mediterranea

Los conocidos beneficios de la dieta mediterránea en la salud también están presentes en este contexto. La evaluación conjunta de más de 2 millones de personas ha demostrado de manera fehaciente que la adherencia a la dieta mediterránea reduce significativamente la mortalidad y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas [7].

Otro tipo de dietas basadas también en un alto consumo de frutas, vegetales y pescado así como el bajo consumo de carnes rojas y azucares refinados. La mayoría de los estudios realizados hasta la fecha son observacionales, por lo que otros factores junto con la dieta podrían estar contribuyendo a los resultados revelados. En base a las prometedores evidencias que algunos estudios señalan, es necesario desarrollar ensayos clínicos que controlen otras variables que puedan influir también en el riesgo de EA para poder determinar de manera clara qué aspectos de la dieta y en qué dosis proporcionan protección frente al desarrollo de la EA.

Ausencia de efectos de nutrientes

Una de las posibles razones que podría explicar la ausencia de efectos de ciertos nutrientes o dietas en algunos de los estudios realizados es el hecho de que su influencia favorable ocurriera solamente si se consumen a lo largo de la vida y no si se comienzan a consumir durante envejecimiento o una vez que haya comenzado la EA. La idea se sustenta sobre el hecho de que los suplementos de vitamina E en ratones jóvenes, pero no en aquellos envejecidos, reduce considerablemente el número de placas de Aβ [8]. Por tanto, parece sensato pensar que cuanto antes comencemos a incorporar hábitos saludables en nuestro día a día, más probabilidades tendremos de beneficiarnos de sus efectos positivos.

Referencias bibliográficas

  1. Barnes, D.E., Yaffe, K., 2011. The projected effect of risk factor reduction on Alzheimer’s disease prevalence. Lancet Neurology 10, 819-828.
  2. Fotuhi, M., Mohassel, P., Yaffe, K., 2009. Fish consumption, long-chain omega-3 fatty acids and risk of cognitive decline or Alzheimer disease: a complex association. Nature Clinical Practice: Neurology 5, 140-152.
  3. Karuppagounder, S.S., Pinto, J.T., Xu, H., Chen, H.L., Beal, M.F., Gibson, G.E., 2009. Dietary supplementation with resveratrol reduces plaque pathology in a transgenic model of Alzheimer’s disease. Neurochemistry International 54, 111-118.
  4. Morris, M.C., Evans, D.A., Bienias, J.L., Tangney, C.C., Bennett, D.A., Wilson, R.S., Aggarwal, N., Schneider, J., 2003. Consumption of fish and n-3 fatty acids and risk of incident Alzheimer disease. Archives of Neurology 60, 940-946.
  5. Porquet, D., Casadesus, G., Bayod, S., Vicente, A., Canudas, A.M., Vilaplana, J., Pelegri, C., Sanfeliu, C., Camins, A., Pallas, M., del Valle, J., 2013. Dietary resveratrol prevents Alzheimer’s markers and increases life span in SAMP8. Age (Dordr) 35, 1851-1865.
  6. Sofi, F., Abbate, R., Gensini, G.F., Casini, A., 2010. Accruing evidence on benefits of adherence to the Mediterranean diet on health: an updated systematic review and meta-analysis. American Journal of Clinical Nutrition 92, 1189-1196.
  7. Sung, S., Yao, Y., Uryu, K., Yang, H., Lee, V.M., Trojanowski, J.Q., Pratico, D., 2004. Early vitamin E supplementation in young but not aged mice reduces Abeta levels and amyloid deposition in a transgenic model of Alzheimer’s disease. FASEB Journal 18, 323-325.
  8. Zandi, P.P., Anthony, J.C., Khachaturian, A.S., Stone, S.V., Gustafson, D., Tschanz, J.T., Norton, M.C., Welsh-Bohmer, K.A., Breitner, J.C., 2004. Reduced risk of Alzheimer disease in users of antioxidant vitamin supplements: the Cache County Study. Archives of Neurology 61, 82-88.

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