Echar de menos: la Teoría del Proceso Oponente

Introducción

El ser humano tiende a la homeostasis. Y ese equilibrio también se busca en la parcela de lo emocional y motivacional. Ante la pérdida de un ser querido, nos sentimos tristes, deprimidos, con sentimientos de vacío. Asimismo, tras varios años de consumo de sustancias, el síndrome de abstinencia es mucho mayor que al comienzo. Por lo tanto, en ambos casos podemos decir que “echamos de menos algo o a alguien”.

En la Teoría del Proceso Oponente descrita por Solomon y Corbit (1974), estos ejemplos plasmarían el concepto de pos-reacción afectiva, es decir, intento compensatorio del organismo para reinstaurar el equilibrio emocional. Este artículo pretende explicar mediante esta teoría dos tipos de fenómenos psicológicos como son la adicción y el duelo sin que por ello deje en el olvido otro tipo de explicaciones a tales hechos.  

Teoría del proceso oponente

Si lo aplicamos a la emoción, tenemos que destacar una serie de supuestos [1]:

  • Las respuestas emocionales tienen un patrón bifásico, es decir, nos encontraremos con una reacción secundaria de signo contrario a una reacción primaria que se ha dado en primer lugar.
  • La reacción primaria va perdiendo intensidad a medida que transcurre el tiempo de contacto con el estímulo elicitador de dichas respuestas.
  • Esta pérdida de intensidad se ve compensada por un aumento de la reacción opuesta.

De estos tres supuestos podemos destacar la cualidad principal de esta teoría, que no es otra que la de la homeostasis. Solomon y Corbit afirman que los mecanismos emocionales trabajan para mantener la neutralidad y lo consiguen mediante modificaciones realizadas en una dirección opuesta a la reacción inicial.

Cuando presentamos a un sujeto un estímulo elicitador de emociones, la persona se aparta de la neutralidad, produciéndose el llamado proceso primario o proceso A, responsable de la respuesta emocional. El proceso primario elicita a su vez un proceso oponente o proceso B que será el encargado de la reacción emocional contraria.

Si restamos la fuerza del proceso B a la fuerza del proceso A obtendremos como resultado la expresión emocional visible, es decir, la resta de ambos procesos internos se traducirá en la reacción observada externamente. Aunque al comienzo de la estimulación el proceso oponente es débil, a medida que la exposición al elicitador se hace más continuada, el proceso B gana fuerza y es capaz de contrarrestar la reacción emocional primaria.

Exposición inicial al estímulo

Al presentarse por primera vez un estímulo, el proceso A surge de manera independiente, sin el proceso B. Es el momento donde la reacción emocional alcanza su máxima intensidad (no hay nada que la neutralice). Tras esto comienza a producirse el proceso B, oponiéndose al primario, aunque aún no tiene suficiente fuerza. [1]

Si retiramos el estímulo elicitador, el proceso A se detiene, mientras que el B permanece un tiempo. Es entonces cuando observamos por primera vez la respuesta del proceso oponente, también llamada pos-reacción afectiva, que conlleva emociones normalmente opuestas a las observadas en el proceso primario. En este caso y dado el poco tiempo de exposición al estímulo, la débil intensidad del proceso B no permitirá que dicha pos-reacción afectiva sea demasiado aversiva para el sujeto. [1]

Exposición prolongada al estímulo

Como hemos comentado anteriormente, el proceso B va tomando fuerza a medida que transcurre el tiempo de contacto con el estímulo. Ahora ya tarda más tiempo en disminuir si eliminamos el elicitador. Por el contrario, desde esta teoría se asume que el proceso primario sigue constante. Si tomamos esto en cuenta, deducimos claramente que a medida que aumenta el tiempo, aumenta también la capacidad del proceso oponente de compensar la reacción primaria. Como consecuencia de ello, la pos-reacción afectiva también será mayor una vez eliminemos el estímulo elicitador. [1]  

De la teoría a la práctica: en el Teoría del Proceso Oponente

Una vez vista la teoría, veremos dos ejemplos mencionados en la introducción de este artículo para poder aplicar todo lo anterior a casos concretos.

Adicción a sustancias

La primera vez que tomamos una droga, el proceso primario conlleva una serie de efectos que variarán en función del tipo de sustancia que hayamos consumido. Esos efectos serían las reacciones primarias. En este punto, el proceso oponente aún no es capaz de equilibrar el proceso primario, por lo que el efecto de la droga no es contrarrestado. Si eliminamos la droga, aún no habrá pos-reacción afectiva o al menos no será muy intensa. [1,2]

El caso contrario ocurre en la administración continuada. Al estar expuestos durante un largo período de tiempo a la sustancia, el proceso oponente ya ha tomado una fuerza notable como para poder llevar al organismo al equilibrio. Si en este momento eliminamos el estimulo elicitador, es decir, la droga, el sujeto se verá sumergido en una serie de síntomas aversivos, conocidos como abstinencia, que en esta teoría tendría el papel de pos-reacción afectiva o efecto del proceso oponente.

En este caso, para evitar la abstinencia en un consumidor habitual de droga, la solución más sencilla es, nuevamente, la administración de la sustancia. Esta nueva administración activará el proceso primario para reducir el efecto de la pos-reacción afectiva. [1,2]

Duelo

Esto mismo puede aplicarse a las reacciones de duelo, ya sean por fallecimiento o por ruptura de una relación. Tras la pérdida de un ser querido, una de las reacciones más frecuentes es la de echar de menos a esa persona, extrañarla. Y esto también puede explicarse desde la teoría del proceso oponente.

Desde el primer momento en que conocemos a una persona, el proceso primario comienza a hacer su función desencadenando las reacciones emocionales pertinentes. En este caso, si hablamos de una relación de pareja, las reacciones emocionales son de alegría, impaciencia por ver a esa persona e incluso cierta inquietud al pensar en ella.

En estos momentos y según predice esta teoría, la pos-reacción es débil y por ello, si la relación se terminase, el dolor ante la pérdida no sería tan intenso (no quiere decir que no exista).

Sin embargo, si la relación continúa en el tiempo, la emoción primaria decae (aunque el proceso primario que la sustenta sigue constante) y el proceso oponente se hace más fuerte devolviendo el equilibrio de tal modo que, si esa relación se interrumpe, las emociones que surgirán serán de tristeza y sufrimiento, de echar de menos al otro, es decir, opuestas a la reacción primaria y se darán en un grado mucho mayor. [1]  

Conclusiones

Como hemos visto, la teoría del proceso oponente de Solomon y Corbit puede ser aplicada a multitud de situaciones muy variadas entre sí y parece ser una buena explicación a tales tipos de sucesos.Sin embargo, podemos ver que en cada caso los matices del proceso cambiarán ligeramente al tratarse de diferentes variables y diferentes reacciones emocionales.

A pesar de que la teoría se ha extendido a otros ámbitos de estudio, aún nos encontramos a la espera de más investigación que demuestre experimentalmente la aplicación de esta teoría en una mayor diversidad de situaciones y que permita ver lo que predice en su formulación.

Referencias bibliográficas

  1. Domjam, M. (2007). Principios de aprendizaje y conducta. Madrid: Thomson.
  2. Pellegrini, S. (2009). Efectos de incentivo en las respuestas de consumo de agua azucarada en ratas: una interpretación en términos de la teoría de procesos oponentes. En I Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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